jueves, 1 de enero de 2009

Llegó el fin: "EL ABRAZO"


Hoy, nada más que nunca, recuerdo cada vez que me expresabas te quiero y tus calurosos abrazos demostraban este afecto maternal que nunca me alcanzaste dar.

Cada vez que aprendía a respirar, sentía como tu vida me explicaba el sentido de ser, el sentido de estar.

Recuerdo cuando esos abrazaos me lastimaban, aunque no, que me hayas enseñado ese término, tampoco el juzgar, pero hoy lo recuerdo porque el tiempo me lo dijo y ya sé qué era lo que algún día empecé a sentir gracias a tus mansos abrazos que asimilé a resistir, y tú como madre eras la única que me los podías dar.

Pero es extraño dejar de sentir y vivir en mi mundo sin tus abrazos o sin un te quiero, aunque de repente parecía que todo lo que me rodeaba estaba podrido, muy rígido y quieto, nada se movía, mi mundo parecía haber sucumbido.

Cuando descansaba empezaba a sentir un leve ruido, no sabia que era, pues mi mundo es tan pequeño que se puede relacionar con un sonido de ultratumba en tu mundo. Luego empezaba a sentir ese tierno abrazo que hasta hoy mi inocencia no permite saber si era por ser mi cuerpo tan débil o por ser mi madre tan fuerte.

Recuerdo cuando dijiste, “hoy es el día”, pero todavía no se qué es un día, qué es ver salir el sol, romper las montañas para escalar el cielo hasta el otro extremo y completar su tarea. Todo es oscuro pero es hermoso, mi oscuridad, me ha enseñado tantos paisajes donde juego, donde veo castillos con jardines y muchas realidades que nunca pude disfrutar.

Era como un sueño donde existía todo hasta que fui excitado por una fuerza, un abrazo sutil, pero seguí muy tranquilo porque era procedencia de mi madre, y todo lo de ella es bueno, eso creía.

Recuerdo haber escuchado esa frase: “hoy es el fin”, la cual evocó de una voz muy espinosa, mi madre muy decidida me dijo en pocas palabras que me amaba pero era mejor que viviera aquí, donde estoy viviendo, se lo creo es verdad, vivo mejor que ella pero me gustaría haber conocido su mundo, su sucio mundo.

En pocos instantes comencé a sentir un abrazo, diferente a los de mí madre, pensé que alguien quería brindarme su cariño con un abrazo, pero éste, era más fuerte que mi madre, era un mundo diferente y desconocido para mí, que creía en una madre y en un exclusivamente yo, sólo así.

Un abrazo muy frio se acercaba desde lo más bajo de mí existencia y empecé a descubrir que dolía mucho más que los que me daba mí madre con mucho afecto, en fin. Sé que ese abrazo fue el que me trajo hasta aquí, ese mismo que me dejó sin alientos y me transportó a un trance, del que no he podido salir y del que mi mamá permitió, pero mí inocencia no ha podido comprender cuál es el significado de las palabras de mí madre, de las últimas que escuché “llegó el fin”.

Ahora sé que vivo mejor que ella, pero diario la veo y quiero darle un cáncer de regalo a la madre que nunca me parió, a la que en vez de darme un biberón me dio un amargo sabor a sangre, le deseo una enfermedad mortal. Sí, a ti mi madre querida.

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