jueves, 1 de enero de 2009

Al ÚLTIMO POETA (Last Poet)


Y me expresabas no pretendo más…
La existencia es efímera, improcedente, cruel, pero es la vida.
Antes, cuando brotaba el sol y tus brazos
Frágiles y prematuros tenían más potencia para adular
Las rosas, las nubes, para deslizar la luna y desintegrarla y disiparla.
Ahora, Tus manos son valientes para escribir,
Para cambiar tu naturaleza y atender las voces que otros merecen repudiar
Tu supervivencia está en un papel
Tus manos lo consiguen quemar
Tus manos pueden rejuvenecer, resucitar, dar fruto al árbol aprisionado y jadeante.
Con tus manos caminas,
Alcanzas al cielo y acechas cada baladro que las estrellas te imploran

La luz de tu vida brilla hoy,
Esa vida escuálida de amor, de adhesión,
La misma que desde chiquillo,
Desde que emprendiste existir,
Para ti…
…Sólo para ti
Que intentaste a conocer tu sentimiento y tu carne.
Es áspero vivir cada amanecer, la monotonía y la sociedad.

En el papel, en la vida y en la pluma
Retoña destino de guía a una solución
¡Ha¡ Ahora en tus manos esta el camino
Solo el tuyo y el de nadie más.

Hoy un hálito me departió desde abajo
Abrí los ojos y dijo mirar arriba.
Que eligiera un lugar, yo escogí el medio.

Es imperioso sucumbir
Trascender a la solución del inepto cosmos,
Del inconmovible y del fortuito agravado.
Y, eso solo está en tus brazos.

Mi vida está aquí…
Para ti la expresión vida no concurre, lo se.
Pero para no relegar
El mortal es efímero
Su pensamiento, no.

Tienes la piel cansada,
Quieres estar
Y es tu voluntad.
Caballos corren revelando un nuevo renacer,
Montando estas ahí,
Principiando al vivir,
Redoblan tonadillas popularizando un nuevo genio.
El último poeta ha nacido
A emprendido el vivir
En un mundo llamado esperanza,
Ilusión, voluntad, anhelo.

El sólo anida una ciudad,
Su vida está en el papel
Su adepto, el bolígrafo.
Hoy escribe para el infinito,
Al amanecer el mundo escribirá en su reminiscencia.

Hoy el último poeta es
El creador, es vida efímera,
El último poeta es, el último poeta.

Llegó el fin: "EL ABRAZO"


Hoy, nada más que nunca, recuerdo cada vez que me expresabas te quiero y tus calurosos abrazos demostraban este afecto maternal que nunca me alcanzaste dar.

Cada vez que aprendía a respirar, sentía como tu vida me explicaba el sentido de ser, el sentido de estar.

Recuerdo cuando esos abrazaos me lastimaban, aunque no, que me hayas enseñado ese término, tampoco el juzgar, pero hoy lo recuerdo porque el tiempo me lo dijo y ya sé qué era lo que algún día empecé a sentir gracias a tus mansos abrazos que asimilé a resistir, y tú como madre eras la única que me los podías dar.

Pero es extraño dejar de sentir y vivir en mi mundo sin tus abrazos o sin un te quiero, aunque de repente parecía que todo lo que me rodeaba estaba podrido, muy rígido y quieto, nada se movía, mi mundo parecía haber sucumbido.

Cuando descansaba empezaba a sentir un leve ruido, no sabia que era, pues mi mundo es tan pequeño que se puede relacionar con un sonido de ultratumba en tu mundo. Luego empezaba a sentir ese tierno abrazo que hasta hoy mi inocencia no permite saber si era por ser mi cuerpo tan débil o por ser mi madre tan fuerte.

Recuerdo cuando dijiste, “hoy es el día”, pero todavía no se qué es un día, qué es ver salir el sol, romper las montañas para escalar el cielo hasta el otro extremo y completar su tarea. Todo es oscuro pero es hermoso, mi oscuridad, me ha enseñado tantos paisajes donde juego, donde veo castillos con jardines y muchas realidades que nunca pude disfrutar.

Era como un sueño donde existía todo hasta que fui excitado por una fuerza, un abrazo sutil, pero seguí muy tranquilo porque era procedencia de mi madre, y todo lo de ella es bueno, eso creía.

Recuerdo haber escuchado esa frase: “hoy es el fin”, la cual evocó de una voz muy espinosa, mi madre muy decidida me dijo en pocas palabras que me amaba pero era mejor que viviera aquí, donde estoy viviendo, se lo creo es verdad, vivo mejor que ella pero me gustaría haber conocido su mundo, su sucio mundo.

En pocos instantes comencé a sentir un abrazo, diferente a los de mí madre, pensé que alguien quería brindarme su cariño con un abrazo, pero éste, era más fuerte que mi madre, era un mundo diferente y desconocido para mí, que creía en una madre y en un exclusivamente yo, sólo así.

Un abrazo muy frio se acercaba desde lo más bajo de mí existencia y empecé a descubrir que dolía mucho más que los que me daba mí madre con mucho afecto, en fin. Sé que ese abrazo fue el que me trajo hasta aquí, ese mismo que me dejó sin alientos y me transportó a un trance, del que no he podido salir y del que mi mamá permitió, pero mí inocencia no ha podido comprender cuál es el significado de las palabras de mí madre, de las últimas que escuché “llegó el fin”.

Ahora sé que vivo mejor que ella, pero diario la veo y quiero darle un cáncer de regalo a la madre que nunca me parió, a la que en vez de darme un biberón me dio un amargo sabor a sangre, le deseo una enfermedad mortal. Sí, a ti mi madre querida.

SOBRE EL DESAMOR


Es una pequeña descripción de lo que sentí cuando le dije que no iba más. Que su cuerpo no podía seguir, que tenia que dejar todo.
Es estar vacio pero con todo alrededor, me rio al saber que mucha gente “lo tiene” pero no es así, yo tengo lo que es pero bien tenido, sin dolores porque me sobra, de pronto alguno que otro por ambición pero no se compara con ese bastardo que lo tiene todo y no sabe dónde dejarlo, dónde ponerlo.
Yo lo que tengo no se compara con la satisfacción que siento aquí sentado en mi pequeño mundo, con un lápiz y una hoja, aunque en ella no cabe todo lo que tengo, se puede describir un poco. Ambiguo
He pasado por grandes momentos que me han hecho cambiar, llorar hasta morir y querer volver a nacer, vivir un amor que nunca le fue capaz de soportar o nunca aprendió a amar, por eso digo que no es necesario llamarle “amor”, conozco más fácil la palabra desamor a la hora de tener la carne de una mujer a mi lado festejando cada movimiento emocional que se atreva a darme con sus suaves manos.
He llorado por el desamor que nunca aprendí a tolerar verdaderamente y dejar esfumar como el viento cuando ella me gritaba eufóricamente que uniéramos los cuerpo en un eclipse de sol lleno de mucho fuego que corría por las venas mi amada. Yo no sentía nada, solo sentía desamor.
Ahora quiero recordar cuando chico me daban un abrazo de doble filo, una señal que no me querían y pretendo hacer lo mismo con la mujer que me estaba aprendiendo a querer, prefiero que ella no sufra mas con su desdicha y con las mentiras que algún día le llegué a susurrar en el dulce odio de una inocente dama como lo era ella.
El abrazo penetró lo más profundo de sus costillas acompañado con grandes coartadas de cuchillo que exploraron cada cavidad de su cuerpo para llegar a su corazón. Dejando a la mujer cada vez más débil de lo que demostraba ser por su delicadeza y su fruto de amor que tenía sembrado en su interior.
Su rostro demostró toda la tristeza que sentía mi alma cada vez que le decía te amo y sentía que no era las palabras que ella debía de escuchar, el desamor salió por sus ojos tiñendo de rojo mis brazos, mientras sus labios arrepentidos de acoger los míos, gritaban cuanto me querían sin resentimiento alguno.
Después su cuerpo cayó inerte entre mis pies y recordé cada momento que vivimos juntos, ella riendo y yo sufriendo por su dolor, mis palabras la engañaban y eso la hacia feliz, eso me dolía y me presionaba el corazón hasta sentir que su sexo ardiente me despertaba de nuevo y me hacia seguir ahí, suspendido en el aire si saber si amar o dejarla morir.
Después la lleve a su lugar de descanso donde algún día fuimos a ver como la luna acobijaba el cielo mientras toda la tierra dormía en las canciones del silencio, ella toda demacrada veía fijamente a ese lugar donde por su primera vez me entregó el amor que sentía por mi, viví cada momento, recordé todo lo que me costaba estar a su lado, desperté de un mal sueño que donde yo aparentaba y sin querer llorar le hacia creer a su espíritu que era su guardián y su amor para toda la vida.
A nuestro lado creció una gran rosa con un sabor agridulce y fue la que acompañó durante toda la muerte a la mujer, la dejé ahí sola con el cielo, la luna, las estrellas y el frio, no había nadie más que la acompañara, simplemente una rosa roja con sabor a sangre. La soledad y el amor que solo se veía salir de su corazón herido, por alguien que nunca la aprendió a amar como en realidad se lo merecía.

De la Música y sus aventuras (Crónica)




Con el lenguaje más sencillo, he aquí una pequeña muestra de una experiencia agotadora para un grupo de músicos, cuando no todo sale bien¡

Todo comienza igual, me levanto y veo el cielo claro, muy claro, que tristeza que todo este día lo tenga que consagrar a una llamada la cual me va a dejar postrado en la cama esperándola como cuando un enfermo aspira la muerte. Pero como dicen las malas lenguas y los pronósticos vulgos, las cosas buenas toman su tiempo.

Estoy realizando cualquier actividad que parezca normal para no caer en la depresión porque si sale el “toque” tengo que guardar todas las energías para esas horas de satisfacción, de alegría y por supuesto mucha fiesta, baile, cultura y licor. Suena el teléfono, preguntan por Sebastián y mi madre me contacta, cuando contesto es nada más y nada menos que Elizabeth una estudiante de psicología, quien después de arrojar de sus labios un glorioso si, se convierte en mi empleadora y yo en su empleado por una noche, no piensen mal que no es nada relacionado con sexo ni nada por el estilo, es mejor un si que a partir de ese momento va a cambiar la monotonía de una reunión que van a realizar los estudiantes de su universidad.

Ahora si llega la luna hermosa con sus manchas grises y sus pequeñas guardaespaldas, las estrellas. Miro el reloj y son las 9:00 pm, me dispongo a salir porque el transporte ya me espera, me encuentro con mis amigos y emprendemos el viaje con destino al edificio Nuevo Bombona ubicado en lo más alto de Prado centro.

En el viaje todo transcurre normal, muy estándar, conversaciones cruzan nuestros tímpanos en el transcurso del viaje para no dormirnos o para distraernos mientras llegamos a nuestro punto de encuentro con los psicólogos en formación.

A unos cientos de metros para llegar a nuestro destino, de un momento a otro, sentimos un golpe muy fuerte en la parte de atrás del automóvil, nos detenemos, y el conductor se baja. Como me lo imaginé nos acaban de chocar, pero no fue nada grave, peligroso es donde nos chocaron, las calles no parecen calles sino bocas de cemento gigantes que contienen miles de bacterias que en cualquier momento están dispuestas a atacar a los más indefensos, a nosotros. Habitantes de la calle hay por montones, y mientras el conductor arregla el problema con la amable señora que por ningún motivo le dio dificultad en golpear el carro, nosotros esquivamos las miradas de persona hambrientas y recibimos consejos de algunos hombres de la calle los cuales nos dicen que no perdamos de vista a los otros, a las hienas que tienen sed.

Media hora después de dicho frenesí, se nos ocurre la idea de coger un transporte público llamado taxi, estamos retrasados y son las 10:30 pm, pero con los estudiantes no hay problema porque en algún momento nos comunicamos con ellos comentándoles sobre el incidente.

Llegamos al edificio y subimos a la terraza convirtiéndola en nuestro escenario. Y que suenen los tambores, los porros las cumbias colombianas y la música con la que hacemos bailar hasta al más “depresivo”, varias canciones interpretamos hasta que comienza a chispear agua acida del cielo lo cual no impide la continuación de tan alegre cortejo. Pero lo que sí logra una pausa en la fiesta es la visita del celador de la residencia quejándose del ruido que escuchan los vecinos que no pueden dormir. Lo único que este individuo logra es que todos los participantes nos cambiemos de altura encerrándonos en el apartamento de una de las estudiantes.

Todo transcurre muy normal hasta que suena la puerta, alguien abre, y se ven dos cuerpos verdes con un degradado blanco en lo más alto de su cabeza, claro dos policías que vienen a detener todo, parece que hubiesen llegado con un poder donado por medusa convirtiendo de inmediato a todos nosotros en piedras bióticas.

Los policías se van pero logran que el volumen del equipo sea bajo y que ya no haya música en vivo, cierran la puerta y parece que nadie ha salido del hechizo porque no es lo mismo de antes, ya nadie baila, todos están sentados, la música, ni que hablar.

Todo comienza a tornarse aburridor, solo hay licor toca bailar con la música muy suave que hasta parece una presentación de mimos.

Alrededor de las 2:30 de la mañana los integrantes de Son Caribeño decidimos despedirnos y dejar el lugar, llegamos a nuestras casas y todo termina por este sábado, pero se convierte en una experiencia más del grupo y solo queda pensar en cómo nos va a ir el próximo “toque”.

Y es sólo un verso, para vosotros queridos amigos


Y os veo estúpidamente insignificantes,

ahí estáis sentados sin algo que pensar

teniendo contacto virtual

con vuestros inciertos momentos,

con vuestra ingratitud,

os siento que ya vosotros dejasteis de existir

y el tiempo cada vez más corto...

vosotros quedarais en la memoria,

en mi me memoria virtual...

Es allí donde te recordaré
ese espacio virtual que se vistió de amistad y generó un buen valor

que en el futuro

será recuerdo bohemio.

CUENTO DE LOBOS


Cuando el bosque se bautiza oscuro tu cuerpo rojo entra a hacer contraste, penetras con tu fastuoso equino lo más recóndito del bosque buscando un amor arduo de descubrir. Tu piel choca con el viento y tus ojos fijamente miran un horizonte, el camino es áspero pero sigues adelante sin perder detalle del bosque, es peligroso entrar en él, pero más arduo encontrar el amor que allí te espera.

En el denso lugar atraviesas todo sacrificio, un orondo árbol toca tu delicado cuello y te agrede como nunca lo pudo hacer una suave flor, tu caballo se detiene mientras limpias un rio de sangre que te contraría pero no es inconveniente para adelantar la búsqueda de tu corazón.

Tu pañuelo ha caído, tu olor ahora es parte del bosque.

Mis manos sujetan firmemente tu prenda galánmente ensangrentada. Ahora, puedo tener algo de ti. Tanto que te he caminado y nunca te había podido poseer. Ahora logro tener tu sangre, tu olor, tu corazón.

Sigo tu vestigio de nuevo como hábito. Ahora no dejaré que topes lo que gritaba tu amor. Es ese hombre fantasma de las tinieblas que solo te ha cautivado y por eso le debes pedir tu corazón. Yo ando detrás de ti como el guardián de tu presumido amor para no dejarte derribar en las manos de algún infame espectro. Es espinoso alejarte de esta bestia, tu corazón hace parte de un mal ritual, mi alma es tan sagaz que con tu pañuelo será inviable dejarte vivir de nuevo. Tu vestido rojo refleja pureza frente a todas esas criaturas que con su tonalidad ingrata siempre están encantando diferentes corazones para consumir de ellos.

Tú mi vida, no vas a ser víctima de estos lobos ansiosos, seré yo quien va conocer cada milímetro de tu piel y agradar de tu dulzura.

La festividad es en el medio del bosque y eres la invitada especial. Todos saben tu destino. Crees que será el amor el momento tan exclusivo, tan pulcro. Ellos saben que agonizas y tu espíritu permanecerá en el olvido. Tu cuerpo será alimento de lobos y tu pureza será engañada por las garras del mayor demonio. Te busco entre tanta penumbra, entre tantos cuerpos sin color, solo tú y yo contrastamos la incompatibilidad en tan inexpresivo lugar. Tu olor es el único guía para encontrarte.

Te deseo conociendo tu peligro innato camino por cualquier esfera y te encuentro. Te ves tan apropiable a su linaje que no creo en ti y me aproximo a sentir tu olor. Estas tan adormecida pero tan sutil que ya juzgas ser fragmento de ellos. Cada vez más lejos te encuentro de nuevo al lado de un hermoso árbol; lloviendo, te concedo tu sangre, la parte de ti que había sucumbido en el bosque, luego tus labios mojados me pretenden acariciar, me intentan retribuir el amparo de su existencia. Mientras los lobos danzan con las nubes y el caminar de la luna, tú me agradeces mientras nuestros cuerpos se convierten en uno, mientras nos extraviamos del oscuro bosque y alcanzamos a lo más costoso del nirvana. Tu ardor me da ambiciones de vivir de nuevo, mi cuerpo se funde en el tuyo y somos convertidos en uno solo… Yo dejo de existir.

Ahora veo con tus ojos rojos, aquellos poseídos por mí energía. Después de tan ilusorio momento, Intento huir de los lobos. Tu cuerpo y mi alma deben ser unidad perpetuamente. Los lobos no pueden distinguir nuestra presencia, pero el poder del magno es incontrolable.

Sus serviles sumisos nos persiguen, nuestra unión da lo máximo sin tener algún infortunio, pero tu cuerpo es alcanzado. Mientras los lobos te devoran salgo repentinamente de ti, encuentro tu espíritu divagando por el lugar y, de nuevo partimos en un viaje inconcluso por el espeso bosque. Tú y yo juntos como lo ansiaba. Ahora en este lugar nadie nos podrá aislar.

¡SIGNIFICA AMOR!


Te tengo, miro mí alrededor

Y no hay luz y no hay oscuridad

Tus ojos, tu cabello, tu cuerpo,

Tengo ganas de ti.

Cada segundo de tu piel

Es casi una granada

Que me hace volar.

Tus labios, tu luna, tu amor.

Preciosa rosa que,

Existe para fascinar, como el mejor espectáculo

Entre mis ojos.

Tengo ganas de tu cuerpo,

Los dos como uno sólo

Y llegar al sí y al no

Al blanco y al gris,

De quemarme con tu fuego, con tu cuerpo,

Tu cuerpo, refugio mío, y del amor

De lo bendito y de lo puro

De lo oscuro y de lo maldito,

De lo prohibido.


Mi cuerpo desinhibido con tu droga

Tu, mi vida, mi luz

Rosa hermosa, encanto de vida

Tus brazos, mi protección

Éxtasis tu nombre, pasión, amor

Quiero estar junto a ti

Solo mi papel y mi lápiz y mi corazón

Lloran, viven, sienten latir y morir.

CIVILIZACIÓN


Ésta es la nueva ciudad,

Guerra, hambre y mucho cigarrillo.

Escuálidos caballos a la orilla de un río,

De un río sin agua.

Éste es el hombre civilizado,

Calles rojas, rosas negras y, ¿el río?

Y el río, ya no es civilizado

Se ha convertido en una obra,

En una obra dispersa, desordenada,

Abstracta de mil colores,

Mil olores y símbolo de evolución,

Industrialismo y progreso.

Éste es el nuevo mundo sin fin:

El manantial, símbolo de vida

El río, de la ciudad civilizada

Desaparecida en muros grises

Hombres grises y calles rojas.

Rojas sangres.

ESTROFAS DOLIENTES


Teniendo en cuenta lo insignificante

Termino desde la punta del dolor

Canto para contener el llanto

Y convertir este momento en muestra simpatizante.

Trato de omitir momentos desinflados

Llegar a un elipsis de vida

Donde quedan en el olvido

Auras perdidas, amores castos y pulsos agotados

Exploro sustento y no encuentro

Negro, color bastardo y comida vacía

Salgo, camino y en la noche vuelvo y quedo hambriento.

Pulsiones que llevan a matar, instintos a respirar

A respirar oxigeno gris a matar la vida

El dolor del cáncer y del alcohólico

Del homosexual discriminado y la mujer prostituida

Y al pobre que pisotea la elite mientras lo hace trabajar.

ODA A LA LENGUA



¡Oh! carne de mi carne,

Ardiente por su sabor

Caliente por su color

Cada detalle, cada papila,

Se excita con tu suave esplendor.

El café me hace arder

Cada milímetro de ella

Cada segundo del atardecer

Y, cada retumbar de una estrella

Que me guía a perecer.

En tus manos,

Suave canela,

Y un vino viejo con sabor a gusanos,

Lengua ardiente por el café

Ahora mis labios han perdido la fe,

El horizonte se hace más espeso

y mis dientes helados buscan un nuevo beso.

Hoy, cuando muera

Cuando muera, quiero que en mi memoria

Un científico excéntrico extraiga mi pensamiento

Y se lo inyecte a un nuevo ser.

Cuando muera quiero que mis alegrías y mis tristezas

Siempre estén al lado de la vida

De una inocente.

Cuando muera quiero que mi alma esté

En el ser que corre por las flores,

Aquel que tiene una luz en su oscuridad,

Que esté en la persona que siempre busca

Detrás del cajón, el cuerpo del que sale por televisión.

Cuando muera quiero que mi pensamiento

Brille en alguien que no conozca la soledad

Y que su nombre sea placidez,

Y que su vida sea diversión,

Y que solo llore

Cuando sufra un dolor, Un dolor físico.

Cuando muera quiero que mi vida esté

Llena de un mundo donde quien me posea no le importe

Ni el ser, ni el estar en esta esfera

De humo, oxígeno y tiempo.

Cuando muera quiero que un científico maniático

Extraiga mi pensamiento y lo inyecte

En una persona que nunca

Aprenda lo que es sufrir por callar,

Sufrir por vivir y querer vivir sin sufrir.

Cuando muera quiero que me reemplace

Un grito de vida y nunca deje de pensar

En todas las personas que en esta vida

He aprendido a querer.

Cuando muera quiero volver a ser un niño

Vivir suspendido y agotar cada segundo del tiempo,

Sentir Cada gota de agua empedernida del mineral que llueve,

Disfrutar cada momento

Y dejar el dolor atrás.

Cuando muera quiero tener una vida

Sin lágrimas y sin días afligidos,

Volar de la mano del viento

Y sentirme mejor.

Por eso hoy, Me suicido

Para poder esperar tan anhelado día

Tan anhelada muerte

Y, para mañana

Despertar en un nuevo mundo.

Hoy me suicido

Sin temor alguno

Decido vivir en un nuevo ser;

Felicidad, amor y proceso.

Hoy es el fin de un camino

Mañana comienzo de nuevo.

Volando de la mano del viento

Y sentirme mejor.

Y dejar aquel lugar

Que con frecuencia visitaba

Donde los leones

Me enseñaron a llorar.

NOCHE DE "CHOCHALES"


NOCHE DE "CHOCHALES"

Calígula por Tomaz Pandur





Las Barbacoas, no son los piratas malvados y de patas de palo de las historietas de televisión. Tampoco es lo que define la Real Academia Española de la Lengua como una “Parrilla usada para asar al aire libre carne o pescado”. Las Barbacoas, es una calle de Medellín que pasó de estar sumergida en la discordancia cromática ambigua del gris a ser tan colorida, tan arcoíris, tan “chochal”, tan gay.
Mi historia con la calle y sus aproximadamente 14 bares, no empezó hace 28 años cuando abrieron el primer local llamado “El machete”.  Comenzó una tarde de un sábado 23 de febrero. Muy exhortado, me dispuse a salir para disfrutar de una noche acusada de mucho voltaje. Sin saber que mi destino final iba a ser los famosos “chochales”.  Pues bien, un “chochal” en el parlache de la ciudad, es definido como  “un bar o una discoteca de mala categoría[1]”.
Yo era el número cinco de los amigos que buscábamos un taxi con recelo en el Éxito de Bello. Después de no más de tres intentos conseguimos quien nos llevara. Sin acotaciones nos “desacomodamos” en el carro y el conductor preguntó muy amablemente: Hacia dónde los llevo. Nadie quiso responder. Después de unos latosos segundos de silencio se escuchó una voz atenuada y medrosa: al centro, por favor.
Después de 20 minutos de viaje nos bajamos cerca de la calle 57 del centro de la ciudad. Y sin mucho que ostentar, de lejos se apreciaba un hueco infestado de personas y lugares vomitando música. Interrumpida por casas en su mayor elevación.
Como si fuésemos los más conocedores del lugar caminamos demostrando mucha rigidez en nuestros movimientos. Se veía en la calle grafittis pintados en las entradas de los bares. Murales que matizaban una realidad con 7 colores. Una noche brillante, azotada por luces de neón que caminaban sin rumbo fijo. Un centenar de miradas con deseos de soñar y fumarse la respiración de cada pene, o de cada vagina. Dependiendo de los gustos de cada uno, que en su mayoría no eran muy diferentes a su mismo sexo.
Bocas que comían y arrojaban gente, entradas pequeñas con tiquetes de mil, dos mil y tres mil pesos que hacían las veces de boletas al éxtasis. A la sumersión a una dimensión sabatina. A un rincón llamado por algunos religiosos “la reencarnación de Sodoma” o hasta “el infierno visitado por futuros condenados en las purificadoras llamas. Pequeñas puertas con nombres coloridos y habituales. “Azúcar”, “La Fonda de Luna”, “Noches Alteradas”, “El Machete”. Y así una lista de sustantivos, diferentes, donde cada sitio era una aventura.
Siendo las 10 y unos cuantos minutos más, decidimos entrar a “Azúcar”. En el ingreso un hombre con aspecto femenino, aunque sin perder su físico masculino, nos solicitó el “cover” de 2 mil pesos y se aseguró con unas mansas caricias por nuestro cuerpo que no entráramos ningún licor.
El lugar era un cubo, un cubo de azúcar de cuatro paredes. Una pista de baile. Una barra para servir. Y unas 20 mesas rodeadas de cervezas y copas, copas con gotas de sudor, de agua y de recuerdos.  Dos o tres ventiladores que volaban con un viento dudoso que era debilitado por el calor exagerado e incontables personas fundiéndose durante la noche.
Fue una odisea encontrar mesa y ubicarnos. Un litro de aguardiente sin azúcar por favor. Dos minutos, tres y llega a la mesa el reconocido licor antioqueño en su nueva presentación. Andrés, que estaba sentado a mi derecha hace un comentario suelto donde aprueba la nueva presentación y dice que es muy acorde al lugar, pues es una caja “alargada, gruesa y algo ovalada. Muy firme y lo mejor bota liquido por un huequito”.  Y así termina su apreciación comparando el empaque del licor, con un falo.
Más comentarios sueltos. Un brindis, otro más. Un ¡no muy rápido… ahora!
Retiro mi mirada de la mesa, acerco mis pensamientos a la pista de baile, y me encuentro con un paisaje sin sol. Un paisaje con luces, de todos los colores, de todos los matices. De las obligaban cerrar los ojos. De las que hacían ver a las personas en cámara lenta. La pista de baile parecía un 7 de diciembre con sus juegos pirotécnicos. Eran muchas luces. Luces que buscaban e impregnaban las partes más nobles y las manos felices y gloriosas por tener a alguien danzando y rompiendo la ley de la gravedad. Era un paisaje bañado de semidioses imperfectos.
Hombres que bailaban con hombres y mujeres que se acicalaban entre sí para manifestar pasión o simplemente una aventura nocturna. En un espacio reducido unas 12 parejas entre ellas unas 3 ó 4 eran diferentes y se veían muy heterosexuales. El resto dos mujeres abrazadas moviendo su cuerpo, dos hombres y así hasta terminar de contar.  Un reggaeton hacía que dos varones, no muy sensatos, movieran su cuerpo con el mayor descontrol posible y la escenografía de una película porno, pero con ropa.
Después sonó un vallenato de antaño y dos damas, una señora delgada y una joven que parecía su nieta, se besaban y se movían suavemente simulando quererse como si fueran una  las dos. Un par de hombres se gritaban a los ojos con avidez y se sulfuraban al querer concebir el orgasmo de la penetración o del sexo oral. Y así cada pareja salía de cuando en cuando y movían sus cuerpos sin normas, sin tapujos y sin miedo al qué dirán.
El calor ya hacía que el lugar me atragantará. Me inundara de sudor hasta mi sistema nervioso, hasta mi hígado y mis riñones. Salí a tomar un viento gratificante. La calle más llena de lo que estaba antes. Se veía gente pasar y venir, venir y pasar. Las 12 y media y de lejos se veían cuatro mujeres. Ellas eran las reinas de la calle y desfilaban sus cuerpos rojos y negros, sus trajes embozados en lentejuelas. Sus siliconas y sus culos postizos. Eran la atracción y todos los hombres las miraban. Unos para reír y otros para imaginarse la más retorcida andanza sexual. Las mujeres sonreían y caminaban muy regias. Sin embargo, su único problema estaba en la mitad de sus piernas.
De nuevo, entré al cubo de azúcar que poco a poco se derretía. A la boca de Sodoma. Al lugar donde para entrar había que desnudarse de prejuicios y dejarlos afuera. Una de la mañana, dos, dos y cuarto. Otro litro. Hagan vaca, dicen mis amigos, recogen el dinero suficiente y nos asientan otro alucinador en la mesa.
Siguen los merengues, los porros, las cumbias y una que otra mezcla de electrónica, un “chis pun” y un Antonio Banderas cantando “soy un hombre muy honrado que me gusta lo mejor,  las mujeres no me faltan, ni el dinero, ni el amor”. Y otra vez el “chispun” y un Dj  feliz. Con unos 48 años a bordo, mezclaba de nuevo la letra de “la balada del pistolero” con sonidos y mezclas mecánicas: “ay ay ay, ay ay ay amor, ay mi morena de mi corazón”.
El jadeo y el agotamiento se apoderaban de mí. Eran ya casi las 3 y media y ya era ineludible salir de Las Barbacoas a un lugar poco atronador. En la calle se veían caras desgastadas. Un par de taxis esperando a dos amantes o tres, con destino a cualquier cama de la ciudad con sabanas blancas, preservativos y jabones pequeños. La calle estaba bañada con novios enamorados y con amigos a gusto de otra semana más de rumba. Y el fin, el fin de un sábado que era mas bien un domingo oscuro con más habitantes de la calle que individuos con ganas de seguir bailando y bebiendo.





[1] MONTOYA, Jonathan. Parlache Gay. Consultado en línea en:
en: &l� � t : �h �og rsia.universia.net.co/html/reportajes/rep2009/parlache-gay/index.jsp>





Carta sin remitente.


Lástima.




Lástima que hoy el cielo esté gris
Y aspiro no perder de vista las estrellas para buscarte
Pero el cielo está gris y no,
Lástima que hoy no te veo allí.

Lástima que hoy pienso en ti
Cuelgo los ojos, imagino estrellas con olor a primavera
Para recordar tu rostro pero no, no te recuerdo.
Te quiero, te quiero, te pienso y no dejo de pensar que
Ya no te quiero, ya no te pienso, ya no te pienso, lástima.
Hoy te sueño y vivo bohemio en soledad
Desamparado con dos gardenias que fulguraban con tu albor.
Imagino tus besos, tus abrazos, tus manos, tus ojos.
Ojos que recuerdan el lucero más sublime que en el cielo dibujé.
Lástima porque te quiero y no sé que piensas de mí.
Me quieres, me odias, no me quieres, no me odias,
No te quiero, te odio, no te quiero.
Lástima que todo haya pasado en ti.

Que el susurro de tu voz en mi oído, que un sueño se vaya al olvido
Al olvido, cuál olvido maldita sea. Si yo no he podido olvidar.
Lástima que te quiero y tus manos danzantes me enamoren con tus ácidas caricias
Y tus labios rojos manzana, escupan las más pulcras palabras, las que de ningún modo están.
Lástima que hoy te pienso y no sé qué hacer de mí.
Y como dice aquel poeta vagabundo:
Que te robes todo, mis deseos, mis sueños y mis ganas de vivir
Pero de mí nunca te irás.

Gracias por el tiempo,
Cuál tiempo, lástima que ni supimos contar.
Lástima porque la soledad apuñaló el cuerpo una vez más.

Lástima que ya no estés
Tenía tanto para dar.
Tanto, qué lástima,
Lástima que ya se va.

Noche desordenada.





A unos cuantos metros, grita Santiago con palabras parcas, pero las que lo dotarán de colores brillantes para atraer a una lúcida joven.
-          ¡Señor! una copa para esa hermosa mujer, por favor.
Santiago está acompañado por su mejor traje. Una gorra nike de color blanca que hace juego con su chaqueta de cuero y sus tennis de la misma marca. Un blue jean casual desteñido, algo apretado que dejan ver sus piernas formadas. Santiago parece ser la reencarnación de “El David” creación de Miguel Ángel. Su ego se ve en la forma de dialogar, de caminar y hasta su presencia guarda un estilo de gentileza frustrada. 
La mujer, de vestido rojo cosido a su cuerpo delinea sus curvas. Se ve tan perfecta como los trazos de las montañas sobre el cielo. Sus manos muy descubiertas son grandes caminos verticales que llevan la mirada a pecar hasta un escote que deja ver sus senos.  Grandes y estancados en silicona. Acepta sin compromiso el licor ofrendado por el buen samaritano. La mujer tiene un aspecto de estar sedienta.  No sólo de licor, sino también anhelante de sexo casual.
Mientras que van siendo las 9:00 pm. y muchas personas ya tienen un grado exagerado de licor en la sangre. David camina hacia una entrada fosca. Un bar que bautizado cuando niño, sus padres decidieron llamarlo Durden. Como el nombre de Tyler Durden de la película Figth Club. David al subir las primeras escalas del bar, cambia de mundo y entra en la psicodelia enmarcada por el rock. Grafitis con colores fuertes que representan todo tipo de sentimiento artístico: fisonomías incompletas, líneas torcidas, círculos, cuadros. Son lienzos blancos que protestan contra la oscuridad de la entrada y elevan banderas amarillos, rojas, verdes, fucsias, azules. David llega hasta la barra y al escuchar “I Would Die For You” de Garbage su mundo se complementa por un ambiente vampírico que en pocas horas estará rodeado de mujeres bailando agarradas de su sensualidad con las manos. Muchos besos por el camino y el ambiente perfecto para una noche trastocada. Una noche, cómplice de varias historias que se fundan en el bar. Al igual David, que bañado en cerveza sigue mezclando licores, sabores y colores para complacer a sus clientes y hacer que la noche explote.  Fuma, bebe y baila sumergido en su mundo, en su bar.
La mujer del vestido rojo se acerca a Santiago. Como si fueran vecinos. Como si se conocieran desde niños. Se saluden de beso en la mejilla y comparten un brindis por la noche que les espera. La conversación parece ser teatral de un hola cómo te llamas, qué estudias o a qué te dedicas. Eres soltera o casada. Respuestas que la mujer del vestido rojo exhala al oído de Santiago, pues el volumen de la música es suficientemente duro para evitar percibir cualquier grito de muerte, o de atraco, o como dicen por ahí “de puñalada bailable”.
Pasan unos cuantos minutos y ya hay varias copas sobre la mesa que van llegando a su agonía. Santiago se ríe y la mujer del vestido rojo le responde con los ojos brillantes. Ahora, dentro de Ottawa las cosas se ven más bonitas. Las paredes iluminadas por moradas partículas de neón. Los muebles blancos llenos de cabelleras largas, rojas y amarillas. Minifaldas, escotes. Caras de hombres sospechosos de cometer algún crimen y de tener en la nariz algo más blanco que la respiración. Santiago entra en ambiente y de un empujón invita a bailar a la mujer del vestido rojo. Ella, de espaldas y él por detrás hacen la agraciada coreografía, mientras que en la discoteca suena la canción de Arcángel: “Entonces mami, deja el novio que tú tienes y, dile que tú no lo quieres que me prefieres a mí. Si tú te vuelves loca por mí y yo me vuelvo loco por ti”.
En Durden siguen entrando personas. Se acomodan en las mesas para pedir un shot, o tomarse un cóctel costoso que les suba la vehemencia a lo más alto de su cabeza. Los excesos dominan el ambiente. El lugar huele un poco a alcohol, un poco a sexo, un poco a rock. Las personas que van queriendo perder el control, al parecer, están encontrando el orgasmo de la noche. Todos mueven sus cuerpos calientes al ritmo de la voz de Joan Jett y procuran ser lo bastante sensuales para agradarle al otro.
En una esquina del bar dos mujeres, vestidas de negro, se besan con una pasión envidiable. Sus cuerpos mojados están tan cerca que casi rozan sus sexos. Ahora, han decidido dejar de lado la proxemia y permitir que el licor recorra sus cuerpos, llegue a sus cabezas y saque su lado salvaje.
La mujer de vestido rojo, extasiada extiende su brazo derecho para encontrarse con la mano de Santiago. Ya es ella la que invita a bailar. En la pista, parece que las almas del infierno fueran a ser eximidas de sus pecados. La pareja busca un rincón para dejar sus gotas de sudor en el suelo. Puede ser la canción preferida de la mujer del vestido rojo. La baila como nunca, la canta como si fuera la última vez que tuviera voz.  “Deja que la maldad nos domine, y que el deseo haga que conmigo termines. Si te sientes sola ya no te valora. Escápate conmigo y olvídate de las horas”. Su trasero está más cerca de las piernas musculosas de Santiago. Las manos del hombre recorren la figura de la mujer como lo hace un carro por la autopista sin peajes, sin limitaciones, sin carros. Su aroma ya hace parte del abdomen de Santiago. Su respiración frota el cuello del hombre. Sus latidos suenan estridentes sin perder el ritmo de la música. Y Así dan las 12 m, y la noche sigue en vibración, contando una historia que se titula sexo, deseos, y alcohol.
Durden tiene una barra colosal. Color café con unas 5 ó 6 sillas. Entre ellas,  el chico solitario de la noche fuma marihuana y toma uno que otro shot. Su atención está centrada en una mujer que tiene el cabello incendiado con un rojo espeso. Mientras ella baila, se hace terriblemente irresistible para él. La mira de pies a cabeza. Alucina con sus formas casi perfectas y su cabello. Ese cabello que lo envuelve en llamas y lo atrapa hasta dejarlo demente. Deseoso de tenerla en su cama con su piel totalmente expuesta a sus ojos.
El tiempo transcurre, y ya van siendo las 2:00 am. Hora en que los cuerpos que no han fallecido, están cansados y quieren dormir. Santiago pide la cuenta que no supera los 200.000 pesos. Y una fiesta que comenzó solo, cambia su desenlace al irse acompañado de la mujer del vestido rojo. Un carro de color amarillo es el único testigo del final de está pareja que por donde caminan dejan huellas de derroche sexual.
Se prenden las pocas luces amarillas. La música deja de existir y las caras cambian de aspecto. Durden cierra sus puertas y en la calle se ve una marcha imperfecta y desordenada de borrachos. Otro día transcurre con normalidad, convirtiéndose en noche. Una noche trastocada donde los jóvenes salen a divertirse, cada quien en su ambiente, cada uno con su forma de ser. Y cada cual, con una historia que recordar.